Pese a no sentir el papel entre los dedos, ni oler la tinta, ni saborear la punta de un lápiz, veía y olía el mundo con la misma claridad que los Vivos. Ellos, en cambio, no me veían como una sombra o un vapor flotante. Para los Vivos, era aire vacío.
O eso pensaba...
«La intensamente sensual historia de dos espíritus atrapados en la Tiniebla...»
No hay comentarios:
Publicar un comentario