(+18)
No fue hasta que me llevó a su cama y me hizo el amor, por primera vez —sin contiendas entre nosotros, sin ningún desafío tácito, sin ser amo-esclavo, ni sangre, ni nada de vida o muerte, nada más que con sus intensas emociones que me abrumaban con el violento poder de sus sentimientos, un mar tan profundo, una marea tan fuerte que pensé que me ahogaría cuando me tomó bocarriba, levantando mis piernas por encima de sus hombros y hundiéndose en mi tan profundamente antes de aprovecharse de mi boca, también, en un beso sin fin que me dejó sin aliento, sin hablar de mi quebrantada voluntad— que, a pesar de todo, le di lo que más quería, mi alma en su totalidad, porque sabía que allí mismo estaba sellando mi destino para siempre.
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